La planificación estratégica de marketing se enmarca en un ecosistema de relaciones en el que es importante mantener una conexión entre el desarrollo de un proyecto individual (con los requerimientos técnicos que vamos a desarrollar en este capítulo) y todos los actores que la organización necesita para conseguir un resultado adecuado a las expectativas de experiencia de su audiencia y de los actores que participan en el proceso que constituye el desarrollo de un proyecto cultural.
La planificación estratégica marca las tendencias a largo plazo de la organización cultural, ayuda a definir los principales aspectos estratégicos, ofrece un marco para la comunicación con los agentes implicados y mejora la dirección de la organización, estableciendo un sistema que ofrece las técnicas de actuación necesarias y ofrece los adecuados mecanismos de control.
Debemos tener siempre presente que la organización cultural y el entorno en el que ésta actúa están en continuo proceso de cambio, y es responsabilidad de la dirección de la entidad el no perder el pulso al ecosistema, en el cual la audiencia / cliente cultural desempeña un papel importante. Además, siempre tenemos que tener presente que esta audiencia se encuentra en continuo proceso de cambio, y sus valores culturales también: todos los mercados están en permanente cambio. Los ciclos de vida de los productos culturales cada vez son más cortos y Es nuestra misión, por tanto, conocer la lógica del mercado para facilitar la mejor adaptación entre oferta y demanda, y esto pasa por plantearse las siguientes cuestiones:
Estas son algunas reflexiones iniciales al diseño del plan de acción. Tenemos que tener presente que el plan estratégico ha de ser tan flexible, adaptable y fácil de cambiar como el entorno en el que desarrolla su actividad.
Una vez realizados los planteamientos iniciales de gestión, podemos marcar las etapas a seguir en el diseño de un Plan de Marketing Cultural (Figura 1):
Etapa 1. Análisis estratégico / Diagnóstico: Consiste en realizar un análisis riguroso del entorno de la organización. En este sentido, es importante combinar el enfoque clásico de análisis DAFO para evaluar las fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas de la organización, con otros como estudios de buenas prácticas y benchmarking, todo ello teniendo siempre en perspectiva la misión de la organización y sus objetivos generales y específicos.
Etapa 2. Establecimiento de objetivos: Consiste en determinar los objetivos generales y específicos de la organización para el periodo marcado (dependiendo de la organización, la temporalización será diferente), formular la estrategia núcleo de marketing para alcanzar los objetivos y establecer un programa detallado de acciones a desarrollar para implementar la estrategia. Esta fase la vamos a desarrollar en el apartado 2. Dos aspectos a tener en cuenta: han de ser cuantificables y asignados a una franja temporal específica.
Etapa 3. Implementación del plan de marketing: es el paso de la planificación a la acción, en el que se desarrollarán las acciones planificadas.
Etapa 4. Control. Consiste en medir las acciones desarrolladas y realizar los ajustes necesarios para la siguiente temporada. La Federación Andaluza de Municipios y Provincias (http://www.famp.es/es/) ha desarrollado una labor que puede servir como ejemplo para destacar el papel de la evaluación de proyectos en la gestión. Hay que tener en cuenta que cómo medir va a determinar el comportamiento de todos los actores del ecosistema cultural.
Figura 1. Planificación estratégica de marketing
En la etapa de planificación de marketing de una organización cultural se han de desarrollar tres grandes tipos de acciones:
Esta etapa constituye el núcleo de la planificación de marketing. En lo que respecta a la planificación de objetivos, debemos tener en cuenta que siempre han de ser cuantificados, realistas y consistentes.
En lo que respecta a la formulación, la gestión de una organización cultural requiere planificar dos tipos de estrategias que, aunque presentan una naturaleza diferente en su diseño, se encuentran íntimamente vinculados por un concepto que debemos tener presente siempre que estamos trabajando en un ecosistema cultural en el que debemos integrar los intereses de todos los actores. Aunque en el presente material vamos a ir desgranando los productos culturales en todas las pequeñas partes que lo integran (las personas, el precio, la marca, etc.) no debemos olvidar que lo que el consumidor cultural percibe es una única experiencia (experiencia de consumo, a la que haremos referencia más adelante) y esa ha de ser nuestra referencia. Para construir esa experiencia, tenemos que planificar dos grandes tipos de estrategias:
Figura 2. Modelo 7 + 7 de planificación de las estrategias de marketing en el sector cultural
Son siete las variables a gestionar en la dimensión instrumental de la planificación:
La gestión de las relaciones de grupo (actores del ecosistema) ha de entenderse desde una perspectiva flexible. Si entendemos que las organizaciones culturales son entidades que crean y reciben valor en el ecosistema cultural, la identificación de los actores habrá de realizarse de forma individualizada para cada organización bajo los siguientes interrogantes: ¿qué actores participan en el proceso de co-creación de valor de mi servicio cultural? ¿Qué valor entregan y esperan recibir en sus intercambios?
Desde una perspectiva general, aplicable a cualquier entidad cultural, identificamos siete relaciones con grupos de interés:
Resulta complicado encontrar una visión de ecosistema con datos concretos sobre todos los actores del ecosistema. Es, por tanto, necesario, que nosotros elaboremos nuestro propio sistema, albergando información sobre los actores que integran el ecosistema. De la audiencia y su desarrollo es del que podemos encontrar más información. Algunas fuentes de interés las hemos indicado en la sección de Documentos de este capítulo.
Como avanzamos en la introducción del capítulo, una visión de ecosistema del servicio cultural como el que ofrece la lógica de servicios parte de una premisa que supone un salto sustancial en la forma de entender una pregunta tan simple como ¿qué vendemos? Desde la perspectiva tradicional de marketing un conjunto de bienes y servicios que nos permitían satisfacer las demandas de los consumidores. Pero el desarrollo del mercado, y, especialmente el crecimiento del escenario online como una más, situado en la mano del consumidor cultural, ha obligado a redefinir muchos conceptos de marketing. Entre ellos, se rompe, también por romper una etapa, con el producto para hablar de “el Servicio”, en singular, y definido como “la utilización de recursos para el beneficio de la otra parte”. Esta perspectiva cambia la forma de diseñar los productos para pasar de gestionar instrumentos y colectivos a maximizar los recursos en el sistema y maximizar la co-creación de valor.
La planificación técnica de un servicio cultural requiere identificar e integrar con coherencia cada una de las partes que lo integran. Un primer paso consiste, por lo tanto, en identificar los ámbitos de decisión:
Para construir una experiencia de servicio capaz de construir relaciones con las audiencias y con el resto de clientes de nuestro ecosistema, se hace imprescindible planificar con rigor el servicio básico y los servicios periféricos. La figura 4 utiliza la Flor de Lovelock (Wirtz y Lovelock, 2021) para facilitar este proceso.
Figura 4. Servicio global. Planificación de procesos.
Fuente: Elaboración propia a partir de Wirtz y Lovelock (2021)
Describimos brevemente las categorías que configuran el servicio global:
Información
El cliente necesita, para obtener el máximo valor de cualquier servicio cultural, disponer de toda la información relevante sus características y sobre los posibles procesos que se ha de aprender para el consumo. En el caso de los consumidores potenciales, este servicio complementario adquiere una mayor relevancia, ya que su nivel de desconocimiento es mayor y por lo tanto, las barreras psicológicas son proporcionalmente mayores. Entre los elementos de información más relevantes nos encontramos con: direcciones sobre localización del producto, horarios, precios, instrucciones de uso/consumo, advertencias, condiciones de venta, notificación de cambios, documentación, etc.
Recepción de pedidos
Una vez que el cliente ha tomado la decisión de compra, el proceso de recepción de pedidos debe caracterizarse por la eficiencia y la rapidez, con el fin de que el cliente incurra en los menores costes físicos y mentales. Estos innecesarios costes del servicio pueden reducir considerablemente el valor del mismo para el cliente. En este contexto, la tecnología ofrece una gran oportunidad para aportar valor al servicio, facilitando la actividad de recepción de pedidos tanto para el cliente como para el oferente. El único inconveniente que encontramos en la aplicación de las nuevas tecnologías a este ámbito es que aún existe un sector de la población que se muestra muy inseguro con respecto a la adquisición de servicios a través de estos nuevos medios, y esta inseguridad, en la mayoría de los casos se debe a la falta de una prueba tangible de la compra. Es importante tener presente esta información para tratar de reducir al mínimo las barreras que pueden suponer para el cliente. Los elementos que configuran los servicios complementarios de recepción de pedidos pueden clasificarse en tres grupos: reservas e inscripciones (de asientos, de entradas, de visitas guiadas, etc.), órdenes de entrada (cumplimentación de formularios por Internet, teléfono, etc.) o solicitudes (de pertenencia a clubs, programas educativos, etc.).
Facturación
Los clientes quieren facturas claras y puntuales, en las que se detallen todos los cargos. Cualquier fallo en este sentido puede crear insatisfacción en el cliente. La actividad de investigación de marketing, en este aspecto, estará dirigida a conocer el tipo de información que el cliente desea que aparezca y con qué tipo de orden desea que aparezca. Entre los elementos de facturación más habituales nos encontramos con: posibilidad de autofacturación, facturas individualizadas, posibilidad de consulta de históricos (cuántas entradas ha adquirido el cliente individual u organizacional en los últimos tres meses), etc.
Pago
La facilidad y la comodidad de pago son exigencias crecientes de los clientes en una gran variedad de servicios. Son muchas las opciones que se pueden desarrollar en torno a este concepto: pago a través de máquinas expendedoras (haciendo uso de efectivo o de tarjetas de crédito o débito), pago a través de intermediarios (entidades financieras), pago directo en la propia organización oferente de servicios (en efectivo, con tarjeta, cheques, etc.), pago a través de internet, en dispositivos móviles, aplicaciones, etc.
Consulta
En contraste con el servicio de información, que hace referencia a la difusión de información mecánica que viene a satisfacer necesidades de conocimiento básicas y estandarizadas por parte de los clientes, la actividad de consulta implica el necesario desarrollo de un diálogo que satisfaga las necesidades de los clientes a través de la creación de una solución a medida. La consecución de una actividad de consulta eficiente requiere del conocimiento en profundidad de la situación de cada cliente. Entre los elementos más habituales para el desarrollo de esta actividad nos encontramos con: la realización de auditorías, servicio de asesoramiento personal, tutorización y formación para el uso del producto, etc.
Hospitalidad: atmósfera amigable y cómoda
Las organizaciones culturales bien gestionadas intentan, al menos en la medida de lo posible, tratar como invitados a los clientes que visitan sus instalaciones (especialmente cuando, como en el caso de muchos servicios culturales, la prestación del servicio se prolonga durante varias horas). La hospitalidad alcanza su punto crítico máximo cuando se produce el encuentro cara a cara entre el personal en contacto de la organización y el cliente, que Grönroos (2007) denomina “momento de la verdad” o “momento de la oportunidad. Esta es la razón por la que es un requisito indispensable que los empleados representen con exactitud su papel, en coherencia con las promesas previamente realizadas al cliente, con el fin de propiciar una atmósfera agradable.
Custodia: cuidar los bienes del cliente
Los clientes que acuden a un lugar de prestación de servicios desean, a menudo, ayuda para con sus objetos personales. En algunos casos, la prestación de este servicio puede ser crucial en la decisión de consumo del cliente. Un ejemplo de este tipo de servicios son los destinados al cuidado de las pertenencias que los clientes traen con ellos como servicio de guardarropa, parking, cuidado de animales de compañía, cuidado de niños, depósitos de seguridad, etc.
Excepciones
Las excepciones caen fuera de las rutinas ordinarias de la prestación de servicios. Una organización cultural que gestione con excelencia su relación con actores en general y su público en particular, buscará anticipar las excepciones y desarrollar planes de contingencia y líneas de acción apropiados. Esta forma de actuar permitirá a los empleados actuar de forma rápida y efectiva. Hay diversos tipos de excepciones que se deben planificar:
La marca es un activo de gran valor en una organización cultural. Su valor dependerá de nuestra capacidad para dotarlo de contenido y de confianza. Recordemos que la confianza (tal y como hemos reseñado en el capítulo de Marketing Cultural) es la clave para que el cliente y el resto de actores vuelva a confiar en nosotros: en nuestro criterio, en nuestra forma de hacer las cosas, en nuestra capacidad para responder a las excepciones. Se construye (y se destruye) entre todos. No es una tarea que corresponde a comunicación. La marca la construye cada persona que integra la organización cultural, con un mayor peso por parte del personal de primera línea (personal de marketing a tiempo parcial). Importante destacar que, de cara al cliente, esta persona es la organización cultural, es la marca y debe ser la mejor formada para resolver las necesidades que se le requieran. Además del contenido afectivo de la marca, es importante gestionar su forma, y para ello contamos con las correspondientes alternativas estratégicas.
Las múltiples decisiones que implica la gestión de un producto cultural van a proyectarse en última instancia sobre la marca. La función de marketing se interrelaciona con todas las funciones de la empresa (no es una función exclusiva del departamento de marketing), y por lo tanto, todos los departamentos y todo el personal de la empresa desempeña un papel en la construcción de la marca. La marca no es un nombre, no es un logo, la marca son asociaciones, valores, experiencias, recuerdos, expectativas, etc., en definitiva, todas las decisiones que tomemos van a afectar (positiva o negativamente) a la marca.
En la gestión de la marca tenemos que tener en cuenta tres ámbitos:
La marca está compuesta por dos elementos: el nombre y el logo. El nombre es la parte de la marca que se pronuncia y el logo es el grafismo asociado a la marca. El logo tiene como fin facilitar el recuerdo a través de la memoria visual: resulta más fácil recordar imágenes, colores y grafismos que nombres, y por este motivo lo más frecuente es que se utilicen ambos elementos en la construcción de la marca, aunque es decisión del gestor de marketing optar por una de las cuatro alternativas posibles en el diseño de la marca:
Marca tipo 1: La marca es solo el nombre:
Marca tipo 2: La marca está compuesta por un logo y un nombre.
Marca tipo 3: La marca está compuesta por un nombre y un slogan
Marca tipo 4: La marca está compuesta por un nombre y un patrocinador
Las marcas tipo 1 y 2 son las más frecuentes. La marca con slogan, cuando se utiliza, se ha de buscar que el slogan corresponda a un valor que pretendemos que se mantenga como parte de la identidad de nuestra marca a largo plazo. No es de una campaña de comunicación, es un valor casi inamovible al menos a medio – largo plazo. Respecto a la marca tipo 4, es una alternativa muy útil para consolidar relaciones de patrocinio/mecenazago (sponsoring), en el que ambas marcas ganan en el desarrollo de su actividad en el mercado cultural.
Las decisiones sobre la estrategia de marca comienzan a adquirir dimensiones más complejas en el momento que la organización cultural va ampliando su cartera de productos: ¿utilizo la misma marca? ¿Diseño una marca nueva? ¿Debo utilizar más de una marca simultáneamente para aprovechar los públicos que ya me conocen? En este sentido, es importante conocer las ventajas e inconvenientes que nos ofrece cada alternativa con el fin de seleccionar aquella que mejor se ajusta al contexto y públicos objetivo.
b.1. Estrategia de marca producto: consiste en vincular de manera exclusiva un nombre a un solo producto y a un único posicionamiento. En este caso, cada nuevo producto cultural que se lanza al mercado lleva un nombre único. Las ventajas de esta estrategia son:
Por otra parte, las desventajas que presenta esta estrategia son:
b.4. Estrategia de marca paraguas: consiste en utilizar con el mismo nombre y promesa comercial, diferentes productos en distintos mercados. Haciendo uso del nombre genérico, cada producto realiza su propia comunicación, desarrolla sus promesas y establece su posicionamiento. La principal ventaja de esta estrategia reside en la sinergia de capitalización. Cualquier acción de cualquier producto va a beneficiar a la marca. Por otra parte, se corre el riesgo de introducir productos que no cumplan los requerimientos establecidos por la promesa comercial y, en caso de tener algún problema con cualquier producto de la cartera, la marca (y en consecuencia, el resto de productos) también se verá afectada negativamente.
b.5. Estrategia de marca garantía: en este caso, la marca aparece con el fin de aportar un aval de garantía para los productos-marca que rubrica. La principal ventaja de esta estrategia es la libertad estratégica que permite, ya que cada producto, con su marca, opera en diferentes mercados y, haciendo uso de la marca garantía, se hace más fácil su adopción por parte del mercado. Por ejemplo, la productora El Deseo (www.eldeseo.es), Fundada por Pedro Almodóvar y Agustín Almodóvar, actúa como marca garantía en la producción de películas de directores como Alex de la Iglesia, Guillermo del Toro, Daniel Calparsolo, Mónica Laguna o Isabel Coixet.
b.6. Estrategia de marca virtual: el nuevo territorio que ofrece la red constituye un reto importante para las marcas culturales que operan en los mercados tradicionales. En éste ámbito las empresas cuentan con tres opciones:
En cualquiera de los casos, el entorno online, dependiendo de los contextos y públicos, ofrece la posibilidad de generar espacios interesante para la co-creación de valor y la emergencia de nuevas ideas que nos permitan renovar nuestra oferta.
b.7. Estrategia de marca internacional. Cuando una empresa se enfrenta a la decisión de internacionalizar su producto, la primera decisión que ha de tomar es la elección entre las dos alternativas posibles:
Aunque existe una tendencia general hacia la utilización de marcas globales, el entorno cultural ofrece realidades tan diversas que, como siempre, la elección vendrá determinada por el público objetivo y sus preferencias en la adopción de la marca.
b.8. Alianza de marca: consiste en la vinculación de dos o más marcas con fines estratégicos. Cuando de la alianza nace una nueva marca (un nombre y un logo nuevos), recibe el nombre de co-branding. Las alianzas de marca pueden tener como origen muchos motivos: actividades de patrocinio, atracción de nuevas audiencias, mejora de la imagen, etc. En general, en las múltiples posibilidades que alberga esta alternativa estratégica, subyace
una acción relacionada con la imagen de marca. Aunque la mayor parte de las experiencias que encontramos suelen tener como origen una actividad de patrocinio, esta no es la
única utilidad de las alianzas de marca. Asociaciones con otras marcas del mismo sector nos puede aportar valores intangibles de la marca (modernidad, juventud, calidad, etc.).Este tipo de acciones han de buscar siempre un beneficio mutuo, es decir, que todos los involucrados en la acción obtengan resultados (valores) positivos. Ejemplos de estas experiencias las encontramos con frecuencia en festivales y teatros como el Starlite Catalana Occidente 2022 o el Soho Caixabank (Por ejemplo, Soho Caixabank (https://teatrodelsoho.com/).
La gestión de marketing en una organización cultural gira en gran medida en torno a la gestión de una variable que resulta clave en la generación de experiencias positivas para el actor cliente y para el resto de actores en su ecosistema: el compromiso. Tal y como desarrollamos en el capítulo de Marketing Cultural y el de Estrategias para el desarrollo de públicos culturales, gran parte de nuestra estrategia en el diseño de un proyecto se materializa de cara al cliente en una marca con la que ha vivido o pretendemos que viva lo que actualmente se denomina la “experiencia del cliente” (Becker y Jaakkola, 2020) y que ocupa un lugar central en la estrategia de marketing de cualquier organización.
Nuestra labor es dar contenido a esa promesa comercial que es la marca, y para ello debemos descubrir los componentes que forman parte de ella, para ser conscientes de su gestión. No debemos olvidar que la co-creación de valor está determinada por el contexto (valor-en-contexto). A continuación aportamos una breve descripción de cada uno de ellos:
• Otros activos: esta última categoría está formada por los beneficios económicos que reporta a la organización la posesión de una marca. Entre ellos se encuentran las patentes y las marcas registradas. Las patentes son un título que otorga el derecho a fabricar y comercializar un determinado producto para un periodo de tiempo determinado. Las marcas registradas son aquéllas que se inscriben en el Registro de marcas y Patentes, otorgando la propiedad y prohibiendo su copia o comercialización por parte de otras empresas o particulares. Este tipo de activos (y otros que pueden incorporarse, dependiendo del tipo de producto y del tipo de mercado) ofrece a la organización cultural múltiples beneficios, entre los que destacan los de carácter estratégico y económico. La gestión de cada uno de los activos de la marca adecuadamente genera beneficios para el público y para la organización cultural. Por una parte, para el público, permite conseguir identificarse con una marca, y le facilita el proceso de decisión de compra, aumentando su satisfacción y reduciendo los esfuerzos realizados en la compra. Estos beneficios generarán también valor para la organización cultural, que, en la medida en que su marca se vaya consolidando, ganará en eficiencia en el desarrollo de acciones de marketing, incrementando la vinculación a su marca por parte de los clientes y, en última instancia incrementando el valor de la marca y de la organización cultural.
Figura 5. Balanza de la gestión del compromiso.
La política de precios constituye un factor controvertido en cultura. En aquellos productos en los que los beneficios económicos comparten espacio con otros beneficios de tipo social, educativo, etc., las decisiones sobre el precio adquieren una dimensión diferente. Desde la perspectiva de marketing, entendemos que el precio es el valor (en forma monetaria o no monetaria) que el comprador de un producto cultural entrega a cambio de la utilidad que recibe por su adquisición.
Para entender esta definición, pongámonos en la situación de una persona que ha decidido invertir la tarde del sábado en asistir a un espectáculo en el Teatro Infanta Leonor (Jaén). Además del precio de la entrada que tendrá que abonar, deberá hacer frente a otros costes asociados al acto de compra: desplazamiento (en taxi, en aparcamiento, etc.), canguro (si es que tiene niños pequeños), quizás un tiempo previo o desplazamiento en fecha anterior al espectáculo para realizar la compra, tiempo invertido en esta actividad y no en otra (coste de oportunidad, lo que he dejado de hacer por asistir a un espectáculo), etc. Todos estos costes, denominados no monetarios (aunque algunos sí que suponen implicaciones económicas para el consumidor), han de ser tenidos en cuenta a la hora de diseñar la política de precios.
¿Qué papel desempeña el precio en el proceso de decisión de compra del consumidor? La teoría económica nos indica que el precio es la única variable que explica el comportamiento de la demanda, de tal manera que un precio más elevado supone una disminución de la demanda, mientras que un precio más bajo incrementaría el número de ventas. La psicología, el marketing y la teoría económica ponen de manifiesto otros factores explicativos más allá del precio económico, factores de carácter emocional o intelectual ejercen una influencia directa, consciente o inconsciente, sobre las decisiones de compra. De hecho, una buena campaña de comunicación hoy día rara vez se basa sólo en elementos objetivos como el precio o las prestaciones, también aparecen con una fortaleza cada vez mayor elementos subjetivos dirigidos a estimular y reforzar la dimensión emocional del producto cultural.
La política de precios de una organización cultural, en el contexto general de la estrategia de marketing, desempeña un papel importante en las relaciones con el consumidor. Los motivos de la importancia de este instrumento son los siguientes:
El diseño de la política de precios cuenta, por lo tanto, con importantes implicaciones en el diseño de la estrategia de marketing de las organizaciones. Más allá de la tradicional reflexión sobre “la enfermedad de los costes” planteada por William Baumol y William Bowen, en la que se plantea el problema económico que supone el hecho de que el precio de los artistas se haya visto incrementado con el paso del tiempo mientras que su productividad no lo ha hecho proporcionalmente (en referencia fundamentalmente al sector de las artes, no tanto a la industria cultural), nos planteamos la siguiente cuestión ¿qué importancia tiene el precio para los públicos? En este sentido, debemos tener presente las siguientes cuestiones:
Partiendo de este análisis del precio como instrumento, nos puede resultar útil conocer las estrategias que podemos utilizar en nuestra relación con el público. Las cuatro perspectivas se solapan pues no son incompatibles. El gestor ha de buscar aquel criterio que más se ajusta a su público y su contexto.
A través del establecimiento del precio las organizaciones se posicionan con respecto al resto de organizaciones que operan en su mismo sector en términos de calidad, tamaño, imagen, reputación, etc. Pero, en última instancia, es el valor percibido el que determina la rentabilidad a los ojos del consumidor, y, como comentamos anteriormente, el precio es para la mayoría de los consumidores un indicador importante en la formación de expectativas del cliente. Lo más habitual es que los oferentes de una misma categoría de servicio en una zona de la ciudad mantengan precios similares y que ese precio sea superior o inferior en función del prestigio de la entidad.
Decidir sobre el precio de un servicio cultural supone una reflexión inicial sobre qué es valor para mi organización cultural: ¿buscamos ofrecer como valor el precio más bajo? ¿Buscamos la máxima calidad ante todo? ¿Buscamos resultados? ¿Buscamos un equilibrio calidad-precio?
Figura 6. Estrategias de demanda para cada definición de valor.
Como podemos ver en la figura 6, la reflexión sobre dónde reside nuestro principal valor va a marcar el tipos de estrategias de demanda que se suelen utilizar: la proyección de valor basada en precio bajo, se corresponde con descuentos y precios impares, cuando se valoran resultados, se suele medir en tiempo o satisfacción global y suele ir acompañado de estrategias de precios en dos partes, precios cautivos o pago por resultados. En otras ocasiones el cliente busca excelencia a toda costa. En tal caso, los precios de prestigio son los más adecuados. Y cuando el valor es relación calidad-precio, suelen emplearse estrategias de precios de descuento o segmentación (discriminación) en función de la pertenencia a un grupo.
Esta alternativa estratégica consiste en establecer precios diferentes para productos diferentes. Por ejemplo, cobrar precios diferentes para una concierto en vivo de un artista conocido (que sabemos que va a tener mayor demanda aunque el precio sea elevado) y para un grupo de música nuevo, cuya demanda es menor. Esta alternativa presenta un problema: la introducción de productos de precio bajo puede dañar la imagen de calidad de la programación de una organización. La solución a este problema se puede resolver parcialmente jugando con los espacios dedicados a los diferentes públicos. Por ejemplo, en el caso de las artes escénicas podemos ofrecer una escala de precios inalterable para toda la temporada, pero el número de plazas de precio alto puede ser mayor para espectáculos de mayor demanda y menor para espectáculos de demanda reducida.
d.1. La discriminación en precios consiste en establecer precios diferentes para un mismo producto cultural dependiendo de factores del entorno. Los factores que se suelen contemplar son los siguientes:
d.2. Estrategias de precios indiscriminados
Consiste en establecer los mismos precios siempre. Esta estrategia se puede mantener con un carácter más o menos generalista. En el caso más extremo, se mantienen los mismos precios siempre, para todos los espectáculos. Esta experiencia ha cultivado éxitos en entornos como las artes escénicas o los museos.
Es importante tener presente que las estrategias de precio comentadas no son incompatibles, lejos de ello, tendremos que tener presentes siempre prácticamente todos los criterios comentados, aunque en última instancia decidamos utilizar sólo uno o dos como eje de nuestra estrategia.
En cualquier caso, la estrategia de precios ha de ser diseñada conjuntamente con el plan de desarrollo de la audiencia, identificando estrategias específicas para cada tipo de público.
Si bien la determinación de la estrategia de precios en ocasiones es una elección del gestor cultural, en muchos casos también viene determinada por el sistema, que determina los valores económicos de los precios con diversos fines sociales o políticos. Es bastante frecuente, por otra parte, que los productos culturales, cuando son ofrecidos por entidades de carácter público sean gratuitos. Obviamente, esta determinación ha de ser considerada para el gestor como una limitación, ya que nos determinan parcialmente el uso de esta variable, y no debemos olvidar que el precio constituye una fuente de información y comunicación importante para el consumidor; la labor del gestor cultural estará en integrar adecuadamente este factor con el resto de estrategias de marketing y comunicación para ser capaz de acercarse al público objetivo sin que la decisión altere excesivamente su planificación de marketing (imagen, posicionamiento, etc.).
Las relaciones de distribución constituyen una fuente de creación de valor para el cliente, facilitando el acceso al producto. En este sentido, una primera aproximación al diseño de esta categoría de relaciones pasa por plantear las siguientes cuestiones:
En general, la accesibilidad al producto cultural será percibida por el cliente como servicios que hacen más fácil (o difícil) el consumo del producto. El gestor cuenta con tres tipos de canales de distribución:
La decisión sobre la utilización de intermediarios es importante, ya que su incorporación a nuestra actividad nos puede aportar gran valor, pero también hacen más complejas las relaciones con el cliente. Los aspectos beneficiosos de la distribución directa son:
La principal desventaja de esta modalidad de relación directa con el cliente es la dificultad para alcanzar a públicos muy amplios y dispersos. Las nuevas tecnologías permiten mitigar parcialmente estas desventajas, haciendo más flexible y accesible esta relación directa, pero aun así, cuando nuestra intención es comercializar un producto masivo y alcanzar un alto nivel de impacto en el mercado, se hace muy difícil mantener exclusivamente la estrategia de distribución directa y tendremos que recurrir a alianzas con intermediarios para ampliar nuestro acceso al mercado. Las ventajas del canal de distribución indirecto son básicamente tres:
Aunque la distribución indirecta ofrece ventajas, también hace más complejas las relaciones con el cliente, por lo que su implementación requiere un especial cuidado:
Un último aspecto que debemos tener presente en el diseño de las relaciones de distribución es la localización. Dependiendo del tipo de producto que estemos gestionando, esta decisión contará con mayor o menor flexibilidad.
En el ámbito de los bienes culturales, existe una distribución física propiamente dicha, y por lo tanto la gestión de la distribución supondrá realizar las correspondientes actividades logísticas (transporte, almacenamiento, etc.). En este caso, la localización de los distribuidores minoristas (los responsables de hacer llegar el producto al consumidor final) es especialmente importante y en su selección valoraremos la ubicación de su espacio de venta (local comercial): volumen de atracción del área comercial en la que se encuentra ubicado, dimensiones del local comercial, calidad del local para la exhibición, conservación y venta del producto, etc.
Por otra parte, la comercialización de servicios culturales suele suponer, el desplazamiento del consumidor al espacio en el que se produce y entrega el servicio, por lo tanto, los distribuidores tan sólo transmitirán un derecho de uso e información al público y en el diseño de la localización debemos plantearnos cómo disminuir, en la medida de lo posible, las barreras de entrada, haciendo más fácil el acceso al espacio a través de servicios complementarios, como el aparcamiento, líneas de autobús / metro con paradas cercanas, etc.
Una última reflexión sobre la distribución que es importante realizar es la necesidad de involucrar públicos (actores) de nuestro sistema en este proceso. Desarrollar espacios que faciliten la interacción entre actores y la co-creación de valor, ya que los intermediarios no son meros canalizadores de una de nuestras funciones. Ellos también son el servicio y acaparan un proceso importante de la co-creación de valor y son fuente de potencial emergencia e innovación en nuestro ecosistema.
No podemos terminar la planificación de un proyecto sin tener en cuenta que el gestor cultural es un gestor de procesos, de interacciones entre personas y de los recursos físicos necesarios para dar cobertura al servicio.
Diseñar un servicio cultural requiere mucha más planificación que ningún otro recurso tangible. Su alto nivel de intangibilidad, la heterogeneidad de la entrega, la inseparabilidad que en ocasiones demanda la planificación de los escenarios de entrega y su alta caducidad, que nos impide ajustar con facilidad oferta y demanda, hace que el diseño servicio cultural cuente con un mayor número de dimensiones que, a la vez que lo hacen más complejo, también facilita que los públicos se involucren y nos ayuden en el proceso del diseño. Proponemos en la tabla 1 los retos de las características del servicio cultural y las herramientas para la gestión.
Tabla 1. Consecuencias e implicaciones estratégicas de los servicios culturales
El diseño del servicio en cultura está muy vinculado a la experiencia del servicio (XS). Un buen diseño, a priori, mejora la calidad y la experiencia y, en última instancia genera que el denominado “viaje del cliente” de cómo resultados valores positivos ¿Cómo es posible desarrollar estrategias colaborativas a este nivel? ¿Quién tiene más dificultades en el diseño, las organizaciones públicas o las privadas? Reflexiona sobre los retos que se abren a este nivel en las organizaciones culturales.
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